Inteligencia artificial en el siglo XXI. Reflexiones a partir del pensamiento moral y económico de Adam Smith

Este texto surge a partir de una invitación de las y los estudiantes del Taller de Desarrollo II, curso de cierre de la Licenciatura en Desarrollo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Uruguay). La actividad proponía reflexionar sobre las ideas de Karl Marx y Adam Smith a la luz de las transformaciones contemporáneas en el ámbito productivo y económico, particularmente aquellas asociadas a la creciente robotización y al uso de la inteligencia artificial en los procesos de trabajo. El documento se organiza en tres secciones: primero, una contextualización histórica y moral del pensamiento de Adam Smith; luego, una revisión de su concepción sobre la riqueza de las naciones y su vínculo con el trabajo, el capital y la tecnología; y finalmente, una serie de reflexiones e interrogantes sobre la inteligencia artificial a la luz de su obra.

 Un punto de partida: introducción al pensamiento de Adam Smith

Antes de centrarnos en aquellas reflexiones de Adam Smith que pueden ofrecer inspiración, pistas y aportes relevantes para comprender la dinámica actual del mundo productivo, conviene detenerse brevemente en el modo en que su obra ha sido recibida y reinterpretada. Como suele ocurrir con los autores clásicos, Smith genera reacciones diversas: hay quienes lo admiran, quienes lo detestan y quienes simplemente lo leen procurando entender de qué va su pensamiento. Me inclino por esta tercera vía y, en ese sentido, quisiera enfatizar la importancia de una lectura atenta y crítica, especialmente considerando la vigencia de un autor que, tres siglos después, continúa siendo citado, debatido y resignificado en ámbitos académicos, políticos e intelectuales.

Existen múltiples metáforas y simplificaciones para referirse a su pensamiento económico que me gustaría dejar de lado en esta intervención, pero que sirven como punto de partida para el conjunto de reflexiones que desarrollaré en la segunda parte. En línea con los planteos de Glory Liu[1], profesora de la Universidad de Georgetown y especialista en Adam Smith, es posible hacer múltiples lecturas de su obra, todas mucho más ricas y complejas que los lugares comunes. Me interesa detenerme en dos metáforas sociales especialmente extendidas: (1) la idea de que “Smith es el padre del liberalismo económico” y (2) la afirmación de que “Smith es el creador del capitalismo salvaje”[2]. En términos metafóricos, la noción de la “mano invisible” suele funcionar como puente entre ambas: el mercado como mecanismo natural de coordinación y la idea de que basta con liberar el interés individual para alcanzar el bienestar colectivo. Sin embargo, como plantea Carlos Rodríguez Braun en los estudios preliminares de las ediciones de Alianza Editorial, difícilmente el propio Smith estaría de acuerdo con estas simplificaciones[3].

Sobre la primera metáfora cabe preguntarse: ¿qué implicaba ser “liberal” en la época de Smith? ¿Cuál era el contexto histórico en el que escribió? Hoy la palabra “liberal” tiende a asociarse con posturas conservadoras u ortodoxas, pero, como señala el historiador argentino Felipe Pigna[4], su connotación en el siglo XVIII era muy distinta. Para resumir, destaco tres elementos: (1) tras la Revolución Gloriosa, se limitaron fuertemente los poderes eclesiásticos sobre la vida política y cultural; (2) la revolución científica impulsada por Newton en el siglo XVII transformó las formas de pensar; y (3) comenzaban los procesos de industrialización en el Reino Unido. En ese contexto, lo “liberal” implicaba una postura ilustrada frente al poder eclesiástico, la búsqueda de nuevas libertades individuales y una confianza renovada en la capacidad de la razón humana para comprender y transformar el mundo.

La segunda metáfora —la de un Smith defensor del “capitalismo salvaje y reduccionista”— omite un aspecto fundamental: antes que economista político, Adam Smith fue un filósofo moral dedicado a entender los principios que guían la conducta humana. ¿Qué impulsa nuestras acciones? ¿El egoísmo, la benevolencia, la empatía, la reciprocidad, el odio? ¿Por qué actuamos como actuamos en sociedad? Ignorar esta dimensión moral de su pensamiento implica perder de vista un componente central de su teoría social. Basta recordar un pasaje de La teoría de los sentimientos morales donde sostiene que: “Todos los miembros de la sociedad humana necesitan de la asistencia de los demás y de igual forma se hallan expuestos a menoscabos recíprocos. Cuando la ayuda necesaria es mutuamente proporcionada por el amor, la gratitud, la amistad y la estima, la sociedad florece y es feliz. Todos sus integrantes están unidos por los gratos lazos del amor y el afecto, y son por así decirlo impulsados hacia un centro común de buenos oficios mutuos”[5].

Por todo ello, antes de discutir qué aspectos de Adam Smith pueden ayudarnos a entender la influencia de la inteligencia artificial en los procesos productivos, es necesario recordar dos cuestiones: el contexto histórico en el que escribió y el papel central que ocupan sus aportes moralistas a la hora de comprender su pensamiento socioeconómico. En definitiva, el liberalismo de Smith debe entenderse en su sentido histórico específico y su economía política es comprensible a partir de su filosofía moral.

¿De qué depende la riqueza de las naciones para Adam Smith?

Desde su enfoque de economía política —que él mismo define como una ciencia humana destinada a asegurar, por un lado, una subsistencia abundante para el pueblo y, por otro, recursos suficientes para financiar los servicios públicos[6]— Adam Smith se interesa por identificar en qué reside la riqueza de una nación. Su primera afirmación es clara: la riqueza se basa en el trabajo.

Este planteo contrasta con dos corrientes de su época. Por un lado, los fisiócratas (como François Quesnay), para quienes la riqueza residía en la tierra; y por otro, los mercantilistas (como James Steuart), que la ubicaban en la acumulación de metales preciosos. Frente a ambas, Smith sostiene que la riqueza no es estática, sino dinámica: depende de la capacidad de producir bienes necesarios y útiles para la vida humana. Como afirma al inicio de La riqueza de las naciones, “el trabajo anual de cada nación es el fondo del que se deriva todo el suministro de cosas necesarias y convenientes para la vida que la nación consume anualmente”[7].

Para el autor, el trabajo constituye el eje central de la organización del sistema de economía política. Desde un enfoque marcadamente productivista, Smith sostiene que el trabajo es la fuente primaria de generación de mercancías y bienes —necesarios y útiles— que permiten satisfacer la inclinación humana al intercambio y al trueque. El trabajo no solo produce estas mercancías, sino que también genera los salarios que dinamizan los intercambios en el mercado. En la Parte Cinco del Libro I, titulada “Del precio real y nominal de las mercancías, o de su precio en trabajo y su precio en moneda”, Smith señala que el trabajo posee un precio real (esto es, su valor intrínseco), determinado por la cantidad de horas invertidas en la producción; y un precio nominal (el salario), referido al pago monetario que se recibe por dicho esfuerzo. En ese sentido, el trabajo opera como un nexo fundamental dentro de la sociedad: produce los bienes necesarios y, simultáneamente, provee los recursos que permiten acceder a ellos.

Ahora bien, dos factores son centrales en el pensamiento smithiano sobre la riqueza de una nación: el grado de acumulación de capital y el tamaño del mercado. Para Smith, existe una relación directa entre la disponibilidad de capital y la amplitud de los mercados, por un lado, y la capacidad de incrementar el volumen y la eficiencia del trabajo, por el otro. En sociedades avanzadas, caracterizadas por una elevada dotación de capital (particularmente maquinaria) y mercados amplios, la generación de empleo y la división del trabajo actúan como motores fundamentales de la riqueza. En estos contextos, la división del trabajo potencia las destrezas, reduce los tiempos de producción y aumenta la productividad mediante la incorporación de maquinaria.

Un pasaje de la introducción al Libro II, “De la naturaleza, acumulación y empleo del capital”, permite establecer un vínculo estrecho entre la reflexión de Smith y los debates actuales sobre la inteligencia artificial. Allí afirma: “Del mismo modo en que la acumulación de capital es condición previa para esos grandes adelantos en las capacidades productivas del trabajo, dicha acumulación conduce naturalmente a estos adelantos. La persona que emplea su capital en contratar trabajo inevitablemente desea ocuparlo de forma tal que dé lugar a la mayor producción posible. Procura, entonces, tanto aplicar entre sus empleados la mayor distribución del trabajo como suministrarles las mejores máquinas que consiga inventar o que pueda comprar”[8].

Para Smith, entonces, lo esencial radica en el papel del capital como impulsor del trabajo productivo, entendido como aquel que incrementa el valor del bien producido. En palabras del autor , un hombre “se hace rico” si contrata a una multitud de obreros y “se hace pobre” si mantiene a una multitud de sirvientes[9]. La acumulación de capital —o de maquinaria— incentiva la expansión del empleo productivo, aquel que contribuye a la formación de valor y, en consecuencia, al progreso del sistema de economía política. En sociedades donde el capital representa una proporción elevada del ingreso, el trabajo productivo tiende a expandirse por encima del improductivo. A través de la acumulación, se contrata mano de obra, se generan salarios y beneficios y se reinvierte una parte para evitar la depreciación del capital, lo que a su vez promueve nuevos empleos productivos.

Casi al cierre de La riqueza de las naciones, Smith retoma esta relación entre acumulación de capital, búsqueda del interés individual y beneficios sociales. Parafraseando su argumentación, ninguna reglamentación puede elevar la actividad económica más allá de lo que permita el capital disponible. Cada individuo procura siempre encontrar la inversión más rentable para su capital; es evidente que lo guía su propio beneficio y no el de la sociedad. Sin embargo, la persecución de su interés particular lo conduce natural —o, mejor dicho, necesariamente— a elegir aquellas inversiones que terminan resultando más beneficiosas para el conjunto de la comunidad.

Reflexiones finales y preguntas abiertas como cierre  

A modo de cierre, entiendo que la convocatoria buscaba indagar qué postura podrían adoptar Adam Smith y Karl Marx frente a los crecientes procesos de introducción de la inteligencia artificial en el ámbito productivo. En el caso de Smith, existen algunas intervenciones recientes que ensayan reflexiones de este tipo, como las actividades realizadas en el marco del tricentenario del autor —por ejemplo, la conferencia de Gita Gopinath, primera subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional[10], o la de Adam Dixon en The Royal Society of Edinburgh[11]—. No me siento capacitado para ofrecer una respuesta categórica sobre qué pensaría Smith hoy, pero sí me gustaría destacar un conjunto de interrogantes que pueden plantearse a la luz de sus obras.

En primer lugar, la dimensión ética y moral de la inteligencia artificial.

¿Qué valores morales impulsan el auge de las nuevas tecnologías? ¿Responden al interés general o a intereses particulares? ¿Buscan efectivamente contribuir a mejorar la calidad de vida de las personas? ¿Tienen en cuenta la solidaridad, la reciprocidad, la justicia y los lazos que unen a los individuos? ¿Qué se busca en última instancia con este proceso? ¿Nos volverá más libres? ¿Cómo puede incidir la inteligencia artificial en nuestros pensamientos, sentimientos y acciones? Este tipo de preguntas, creo, son las que Smith formularía desde sus aportes al pensamiento moral en La teoría de los sentimientos morales

En segundo lugar, la dimensión utilitaria y productiva, tomando como base La riqueza de las naciones.

¿Realmente la inteligencia artificial incentiva mejoras en términos productivos? ¿Genera mayor ocupación en trabajos productivos por sobre los improductivos? ¿De qué manera puede fomentar las destrezas, los conocimientos y las habilidades de las y los trabajadores? ¿Cómo se vinculan estos procesos con la acumulación de capital y con el tamaño de los mercados? ¿Todos los países están en condiciones de producir o aprovechar tecnologías de inteligencia artificial? ¿Fortalece o debilita la división del trabajo?

Finalmente, dado el lugar central del trabajo en el sistema de economía política de Smith, cabe formular preguntas vinculadas a las condiciones de empleo contemporáneas.

¿En qué medida la estructura actual del empleo fomenta habilidades, destrezas y juicio profesional? ¿Cómo se incorpora valor hoy en la producción de bienes y servicios? ¿La inteligencia artificial sustituirá trabajo productivo, improductivo o ambos?

En cualquier caso, considero que estas interrogantes exceden mi capacidad de respuesta. Sin embargo, como ocurre con todo autor clásico, más allá de ofrecernos certezas, Smith nos invita a formular nuevas preguntas sobre problemas contemporáneos. En su época, escribió en un mundo en plena transformación; en la nuestra, también atravesamos cambios profundos en múltiples dimensiones. Por eso quería cerrar destacando la relevancia de leer a estos autores con atención y espíritu crítico, y la forma en que sus obras continúan iluminando debates actuales en un mundo tan dinámico como el que habitamos.


Notas al pie

[1] Sobre las interpretaciones contemporáneas de Adam Smith, véase el podcast de la BBC Arts & Ideas, con la participación de Glory Liu (08/06/2023). Disponible en: https://www.bbc.com/audio/play/p0ft2z46  (acceso: 3/11/2025). Puede consultarse también: Liu, G. (2022). Adam Smith's America: How a Scottish Philosopher Became an Icon of American Capitalism. Princeton University Press.

[2] Sobre el debate sobre el carácter “capitalista” de Adam Smith, véase: Rodríguez, M. (2023). “¿Cuán capitalista era realmente Adam Smith, el ‘padre del capitalismo’?”. BBC Mundo. Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-64486571 (acceso: 3/11/2025).

[3] Para las ediciones recientes de la obra de Adam Smith, véase: (a) Smith, A. (2022). La teoría de los sentimientos morales. Alianza Editorial. (b) Smith, A. (2020). La riqueza de las naciones. Alianza Editorial.

[4] Sobre la recepción popular de Smith, véase la intervención de Felipe Pigna en el canal de YouTube Centinal, titulada “Felipe Pigna cuenta la historia de Adam Smith, padre del liberalismo” (17/07/2025). Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=a60fh6a8ddk&t=592s (acceso: 3/11/2025).

[5] Cita referida a la página 183.

[6] Cita referida a la página 539 de La riqueza de las naciones de acuerdo a la nota al pie 3. 

[7] Cita referida a la página 27 de La riqueza de las naciones de acuerdo a la nota al pie 3.

[8] Cita referida a la página 357 de La riqueza de las naciones de acuerdo a la nota al pie 3.

[9] Cita referida a la página 424 de La riqueza de las naciones de acuerdo a la nota al pie 3.

[10] Gopinath, G. (2023). El poder y los peligros de la “mano artificial”: La inteligencia artificial a la luz de las ideas de Adam Smith. Discurso conmemorativo del 300º aniversario de Adam Smith, Universidad de Glasgow, 5 de junio de 2023. En: Fondo Monetario Internacional. Disponible en: https://www.imf.org/es/News/Articles/2023/06/05/sp060523-fdmd-ai-adamsmith (acceso: 7/11/2025).

[11] The Royal Society of Edinburgh. (s. f.). How to think like Adam Smith. Disponible en: https://rse.org.uk/resource/how-to-think-like-adam-smith/ (consulta: 7 de noviembre de 2025).